Haya (Fagus sylvatica L.)
Caminar bajo un hayedo en verano es una experiencia que deberías probar, si no has tenido la oportunidad de disfrutarla. El frescor que se siente debido a la evapotranspiración y a la sombra que proyectan sus hojas, es un alivio los días en los que el sol aprieta. Sin embargo, la escasa luz que deja filtrar el follaje, se calcula que tan solo un 3% de la que reciben, hace que pocas plantas
puedan vivir bajo ellas.
Si paseas por nuestros montes comprobarás que los hayedos se sitúan en las laderas norte y en alturas en las que la niebla es frecuente. Les gusta “tener los pies secos y la cabeza mojada”, al
contrario que a los robles.
Seguramente te toparás con ejemplares de troncos lisos y rectos, y con algunos pies viejos y retorcidos, con agujeros y ramas en forma de candelabro: son hayas trasmochas. Su característica forma es el resultado de la poda a la que les sometían los carboneros del monte.
Con sus ramas alimentaban las carboneras de donde obtenían el carbón vegetal que se utilizaba para reducir el mineral de hierro en ferrerías como la de Mirandaola.
¿Sabías que en Europa Central se plantaron algunos bosques durante la edad media para que bajo ellos se alimentaran los cerdos? Una fuente de proteínas y aceite indispensable en la nutrición del ganado antes de que existieran los piensos.