Laurel (Laurus nobilis L.)
En la antigua Grecia, el templo del dios Apolo, protector de las artes y la sabiduría, estaba rodeado de laureles, y se laureaban o galardonaban las cabezas de sabios y eruditos. Roma ceñía con laurel las cabezas de emperadores y nobles como símbolo de gloria y victoria tras alguna batalla.
También cuentan que el emperador romano Tiberio siempre llevaba una corona de laurel a mano, para colocársela cuando oía tronar, ya que el laurel no podía ser tocado por el rayo.
En nuestra cultura también se le atribuía una virtud similar, por lo que en la iglesia se bendecían ramas de laurel, se guardaban en casa y se quemaban cuando arreciaba una tormenta para evitar que los rayos cayeran sobre ella.
Dejando a un lado la mitología, el laurel es una planta aromática, cuyas hojas sobre todo secas, se utilizan como condimento de guisos y asados. Los aceites esenciales que contienen poseen además cierto poder bactericida, y los brotes tiernos un precursor del cianuro, por lo que no conviene abusar.
Es una planta que verás florecer hacia marzo o abril y en otoño distinguirás los ejemplares masculinos de los femeninos por el fruto en estos últimos: una baya del tamaño de una pequeña aceituna verde al principio y que irá tornándose negra violácea.